domingo, 14 de abril de 2013

Irongirls.

Hoy ha sido uno de los pocos domingos de mi vida en que he madrugado sin verdadera necesidad. A las 7 ya estaba tomando fotos en la calle, y he bajado rápido al mar a ver y fotografiar a lxs participantes del Ironman. Esta gente merece todos mis respetos.

Después he vuelto al B&B en el que me alojo este fin de semana (una habitación diminuta, ya que estaba todo reservado precisamente por el Ironman), y he desayunado con tranquilidad, rodeado de aves extrañas, y mecido por sus cantos, que pasaban a visitar a las varias parejas de distintas especies de loros sudafricanos que mantienen en el patio. He charlado un rato con la dueña del hostal, quien, orgullosa, me ha hablado de lxs demás huéspedes, la mayoría de lxs cuales estaba compitiendo en ese momento, reseñando la presencia en una de las habitaciones de uno de los favoritos, así como la de alguien que ya ha participado varias veces y de una chica de 20 años que se estrenaba hoy. Me ha enseñado tambíen, con más orgullo aún, la foto de su hijo cuando hace 2 años acabó un Ironman. 

La gente de esta ciudad, si generalizamos mucho, se puede distribuir en 2 grupos. Uno, el compuesto por personas con sobrepeso, y otro el que forman aquellas personas adictas al ejercicio. A veces me he encontrado con personajes indecisos, que o bien no estaban en ninguno de los dos grupos o, más curiosos aún, podrían encajar en ambos.

Yo estoy más en el segundo ahora, creo. Sobre todo después de que el día de mi cumpleaños, el lunes pasado, me comprara una bici de montaña (bastante más baratas aquí que en España). Ya tengo medio (no miedo) de transporte. Creo que no me compraré un coche al final, como tenía pensado. Cuando quiera escaparme un fin de semana y mis piernas no puedan llevarme, alquilaré uno. Mientras tanto, usaré mis dos ruedas impulsadas con biltong (ya hablaré del biltong otro día), o alguno de los pocos autobuses de la ciudad.

La ciudad, formada sobre todo por casas bajas con amplios jardines, es tan extensa que resulta imposible atravesarla a pie, ni tan siquiera en bici (además tiene alguna colina considerable), en un tiempo prudente. Una ciudad de esta extensión en Europa tendría más de 10 millones de habitantes, mientras que aquí, todo el área metropolitana, llamado Nelson Mandela Bay Metropolitan Municipality, apenas supera el millón. La escasa densidad de población otorga además a las calles alejadas del centro de la ciudad una sensación inhóspita, y más aún cuando cae la noche y se aprecia la escasa (aunque suficiente, diría yo) iluminación de las calles y aceras en comparación a lo que vemos en España. Supongo que eso no ayuda mucho a pensar que la gente simplemente no sabe lo que dice cuando repetidamente me advierten de que no se me ocurra volver a casa caminando o en bici una vez haya caído el sol (lo que tampoco me deja muchas alternativas, pues ya está anocheciendo a las 6pm y los autobuses acaban poco después). A veces tengo la necesidad de salir a la calle a las 11 de la noche y comprobar por mí mismo qué está ocurriendo ahí fuera...

Me hubiese gustado estrenar la bici al día siguiente de comprarla, pero justo ese día tenía que sumergirme en el agua del estuario de la ciudad por primera vez. Acompañaba a Nadine y dos de sus estudiantes a recoger muestras. Fue el único día sin sol desde que he llegado aquí, pero aún así lo cierto es que lo pasé bien. Recorrimos el estuario de arriba a abajo con un pequeño barco, lanzándonos al agua, que no alcanzaba la altura de la cintura, para capturar peces y plancton con redes manejadas a mano y arrastradas contra corriente. El miércoles me consoló saber que las demás también tenían agujetas.
Mi trabajo, de momento, consiste en leer, en aprender todo lo que nunca supe sobre los estuarios, esos lugares maravillosos que tan lejanos nos resultan en el Mediterráneo.

2 comentarios:

  1. jejeje... voy colgando alguna en facebook, pero la verdad es que aún no he tenido mucho tiempo para fotos. espero que a partir de la semana que viene sí.
    Y tú ya me irás contando, eh ;)

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