viernes, 31 de mayo de 2013

Monos creacionistas.

La comida no es buena. Es barata, en comparación a los precios españoles, pero definitivamente no es buena.
Hay cosas no buenas en este lugar. Ya véis. Y gente mala también. Aunque aún no me he cruzado con ninguna. Igual es que no hay tantas.

En cualquier caso, las noticias locales redundan esta semana en los altercados que llevan ocurriendo durante varios días en los barrios del norte de la ciudad, en el otro extremo del que yo frecuento.
Los diarios aquí son tan parciales que uno nunca sabe hasta donde puede creerse las noticas, así que no estoy lo bastante informado como para decir qué ha estado pasando. Sólo sé con certeza que ha muerto por disparos una persona, un expatriado (no sé de donde) propietario de una tienda. 

Al parecer todo empezó con protestas, más o menos violentas (ver bus en llamas) de vecinos y vecinas de esos barrios pidiendo más seguridad, menos crimen, trabajo, mejores condiciones de vida, etc. (esos barrios son, por lo que entiendo, de los más degradados de la ciudad). Luego, por lo que cuentan la mayoría de los medios, a raíz de las protestas surgieron otros grupos que, aprovechando el barullo, atacaban y desvalijaban tiendas, pero sólo si el propietario era extranjero. La policía ha actuado con contundencia, y han recibido, como siempre, justos por pecadores. Esto, lógicamente, ha llevado a más protestas en la zona. Y así estamos. 

https://fbcdn-sphotos-a-a.akamaihd.net/hphotos-ak-ash4/427134_474914475923391_1164154133_n.jpg
https://www.facebook.com/photo.php?fbid=475363642545141&set=a.290667501014757.70953.123971017684407&type=1&theater

También hay gente y medios que dicen que fueron los mismos extranjeros propietarios quienes empezaron a conducir, armados, por los barrios afectados, tal vez para defender sus tiendas de posible vandalismo. La xenofobia se dispara más que las pistolas.
El ayuntamiento alza la voz culpando de lo que ocurre a quienes han perpetrado actos xenófobos. Y manda más policía. Punto. Nada sorprendente, en realidad; en Europa tenemos mucho de eso. 
Sin embargo, los comentarios que leo al final de las noticias, de la población en general, sí me sorprenden.
Un par de ejemplos de lo que es un más que típico comentario, sacados de facebook:
" I understand that these people are furios I also live in the northerns where the gangsters wanna take over.People are to scared to walk 2 the shop as they get robbed in front of everyone in daylight as early as 7 in the morning these thugs start.I say bring back the dead sentence then you'll see crime will drop.I disagree with the way that they wanna speak 2 goverment putting other people's life's in danger so nt a plan.Please God be with us AMen."

"The people that r burning and protesting is getting up 3am in the morning to do what they r doing now but they won't get up to go look for work I and million others as taxpayers r keeping them alive and they getting free houses...now they talk about service delivery WTF they thinkin on which planet do they live?"

Otro, un poco más desviado del tema:
"The last time things like this happened God sent a flood for 40 days and 40 nights. Its time ppl realise that we need to pray for our land! Pray for all these ppl both the gangsters and the protesters for we all need God more than ever before." 


Pero cambiando de tercio (o no), y dejando el morbo atrás, yo sigo con mi vida tranquila, sin ver ni de lejos esos altercados (en bici me llevaría más de una hora llegar al lugar de los hechos). Por ejemplo, ayer fui a un centro excursionista a escuchar una charla sobre primates. Esa era toda la información que tenía de antemano.
La gente del centro parecía agradable (digo parecía porque sólo hablé con 1 persona a parte de mi acompañante). Raza blanca, sin excepción. Sí, lo menciono porque sigo sin entender muy bien los aspectos de la segregación racial aquí. Es complicado. Creo que en este caso se debía más a una circunstancia generacional, pues a parte de la persona que me llevó al centro, el resto no bajaban de los 65 años, críados y bien crecidos, por tanto, en la época oscura, con poco o nada de contacto con otras razas.
El ponente se presenta a sí mismo: nacido en Namibia, excazador y ahora fotógrafo y guía, empezó a interesarse por los monos cuando se hartó de que los babuínos saquearan y destruyeran sus campamentos cuando estaba de caza y/o con turistas. Empezó a estudiarlos. Es creacionista. Empieza la charla. Va a ser divertida.

domingo, 26 de mayo de 2013

Síndrome de Stendhal

Llevo sin escribir aquí más días de los que me gustaría, no tanto por falta de ganas como por falta de tiempo. Y como las últimas entradas han sido más para ir contando lo que voy aprendiendo del país en el que vivo y no para hablar sobre mí, voy a cambiar ahora de tercio. Al fin y al cabo esta bitácora fue creada con la idea de contar mis experiencias en Sudáfrica. Que he venido aquí a hablar de mi libro aún no escrito.

Es cierto que mis experiencias no habían sido especialmente intensas hasta la fecha, en parte porque le estoy dedicando al trabajo más tiempo de lo que acostumbro, y en parte también porque el hecho de haber estado antes en el sur de África hace que me sorprenda menos de lo que me rodea- a pesar de que en realidad muchos aspectos cotidianos de Sudáfrica, aún siendo un país poco “africano”, puedan parecen algo chocantes a quienes venimos de Europa-.

Pero precisamente gracias a mi trabajo tengo algo nuevo que contar (y seguro que será el mismo trabajo el motivo de futuras aventuras). Mi labor aquí, en la universidad, consiste en estudiar la condición nutricional de las larvas de cierta especie de pez que sólo se da en los estuarios del sur de África (Gilchristella aestuaria), y relacionar su estado de salud con la calidad (contenido energético) y cantidad de alimento (plancton) disponible. De esta forma se podrían llegar a establecer prioridades a la hora de proteger unos estuarios con mayor urgencia que otros.
Los primeros meses tengo que dedicarlos a diseñar y testar una metodología que sea adecuada para evaluar el estado nutricional de estas larvas. El primer paso, más allá del ordenador, consiste en salir a capturar estas larvas en los estuarios Y a eso me he dedicado la última semana y media.
Sorprendentemente, el primer estuario en el que muestreamos, donde con más facilidad esperábamos capturar larvas, no fue nada fructífero (de hecho capturamos un total de 8 larvas, y necesitamos casi 1000 por estuario). Los siguientes días, ya en otros estuarios, la cosa fue mejorando.
Teníamos ya todas las larvas que necesitábamos de uno de los estuarios, y a la noche siguiente (el pasado jueves) teníamos que capturarlas en otro, el del río Kariega. Según mi jefa, el escaso aporte de agua dulce en este estuario iba a hacer difícil encontrar larvas, así que nos habíamos mentalizado (y preparado una buena caja de perritos calientes caseros) para estar toda la noche muestreando, si hacía falta. Pero resultó ser el muestreo más rápido y fácil de todos lo que habíamos hecho hasta el momento.
Y no sólo conseguí todas las larvas que necesitaba para empezar mis análisis, sino que pude descubrir uno de los paisajes más fascinantes que he visto en Sudáfrica. Toda parecía estar en sintonía para hacer de esa noche un gran recuerdo. Lanzamos el barco al agua, cerca de la boca del estuario, con la marea alta y los colores marinos tomando posesión del estuario, con el sol ya bajo y la luna llena asomando, y empezamos a remontar el estuario en busca de agua dulce. Fue uno de esos momentos en los que sufro de síndrome de Stendhal, pero en naturaleza viva, con palpitaciones, taquicardias, ansiedad al pensar que ese momento en ese lugar no durará siempre e incluso algo que no sé si eran lágrimas, o el río que me salpicaba en la cara.
El reflejo de la luna nos marcaba el rumbo a través de los meandros de agua verde oscura, que resultaba cálida al salpicarme en las manos y la cara cuando aceleraba el barco. Las vegetación de las orillas, tan frondosa que hacía imposible desembarcar, se arrojaba sobre el agua, pero en el último momento parecía arrepentirse y se quedaba suspendida a unos centímetros de la superficie.

Ya estaba todo lo oscuro que la luz de la luna permitía cuando empezamos a muestrear, y en unas dos horas ya teníamos a bordo todas las larvas que íbamos a necesitar, así que apagamos el motor y, mientras recogíamos las larvas de menos de 2.5 centímetros, una a una, nos dejamos llevar hasta ser detenidos por las ramas que asomaban en la orilla.
Las tres personas que estábamos en el barco concentrábamos nuestra mirada y nuestros respectivos frontales en la bandeja con las muestras, mientras escuchábamos los sonidos que nos regalaba el lugar. Las aves peleando por un buen sitio para dormir, los hipopótamos bostezando, las hienas contando sus últimos chistes antes de salir de caza, y los elefantes dejando claro que no querían ser molestados. A medida que los sonidos se hacían más frecuentes, fuimos tomando conciencia de que estar a un metro de la orilla sin poder saber qué había exactamente detrás de la vegetación, y sabiendo que los leopardos son aficionados a los antílopes que bajan a beber agua, no era la idea más sensata, así que terminamos todo lo rápido que pudimos, echando cada vez más vistazos con las linternas hacia las ramas, y volvimos a encender el motor.

Después de romper ese maravilloso silencio salvaje que nos había rodeado esa tarde, recorrimos algo más el río, hasta donde las rocas nos dejaron (rocas que marcaban el principio del territorio de los hipopótamos), contentos de haber acabado el trabajo tan pronto, y regresamos hacia la desembocadura, dejando atrás antílopes, aves nocturnas en busca de pescado fresco e incluso una preciosa gineta que miraba con cierto pesar como un conejo pastaba tranquilo justo en la orilla de enfrente.

Ha habido gente que me ha preguntado si no hay nada malo que contar, que parece que todo lo que me pasa es idílico. Es cierto que no puedo decir que me haya ocurrido nada especialmente malo, pero también es verdad que hay detalles que omito por no quitar magia a los momentos. Uno de esos detalles de esa noche podría ser, por ejemplo, el hecho de que, aún a pesar de dejar el coche vació, después de descargar y echar el barco al agua, tuvimos que subirlo carretera arriba unos pocos cientos de metros hasta una calle algo más transitada para evitar la aparentemente más que segura rotura de vidrios en busca de algo de valor. A la vuelta, mis dos acompañantes subieron a buscar el coche mientras yo me quedaba en la orilla con el barco. No había absolutamente nadie allí a esa hora, pero eso es precisamente lo que puede hacer que esos lugares sean más problemáticos. Es algo a lo que aún se me hace difícil acostumbrarme, y que sin duda limita bastante la libertad con la que podría disfrutarse de estos lugares. 
Tampoco fue positivo no poder llevar la cámara conmigo porque no hay nada en el barco que esté a salvo del agua, ni que no haya internet en casi ningún sitio en esta ciudad y tenga que venir a la universidad, bajo la lluvia (¿empezará ya el otoño del que todo el mundo se queja aquí?) para colgar esta entrada.

Pero, de verdad, ¿qué historia preferís? ¿la del tigre de Bengala o la de la compañía de seguros?
En cualquier caso, las buenas historias siempren compensan y hacen olvidar las malas.

sábado, 11 de mayo de 2013

Pero, ¿de dónde venimos?

"¿Verdad que todos los chinos (incluyendo japonenes, coreanos, etc.) son iguales? ¿Verdad que también son iguales entre sí todos los negros? No me explico cómo pueden saber quién es quién. No necesitan ni ponerse nombres, porque para qué, si son todos iguales."

Es un pensamiento bastante arraigado aún, no podemos negarlo. Y lo cierto es que también para los negros somos los blancos todos iguales (y perdón por usar sólo el término masculino; tengo mis motivos para haber hecho así, pero no los explicaré ahora).
La diferencia es que ellos, los negros, tienen más razón en esto. Existe mucha más disparidad genética entre, por ejemplo, un bosquimano del Kalahari y un acholi ugandés que entre un burgalés y un inuit. 

Pero esto ¿cómo puede ser? No he elegido el ejemplo de los bosquimanos al azar. Aunque es cierto que entre los pueblos africanos, en general, existe mayor divergencia genética que entre europeos y asiáticos, el caso de los bosquimanos es algo particular.

La diversidad de pueblos que se puede encontrar en Sudáfrica se debe, en gran medida, a lo que fue la expansión bantú, cuando hace unos 3000 años (esta cifra varía bastante según las fuentes), pueblos de África centro-occidental, cercanos a las costas del golfo de Guinea, empezaron a migrar hacia el Este, dando origen a los pueblos suajilis actuales (Kenia, Tanzania, Etiopía, etc.) y hacia el sur, hasta llegar a Sudáfrica y Namibia. Aquí se establecieron y se fueron dividiendo en diversos grupos que poco a poco pasaron a formar los distintos pueblos de la región (zulúes, xhosas, etc.).

Estos 'nuevos bantúes' del sur se encontraron, al llegar a estas latitudes, con otros pueblos nómadas que vivían desde hacía tiempo en la región: los hotentotes, o khoi, al sur, cerca de la costa, y los bosquimanos, o san, algo más al norte que los primeros.
Estos pueblos vivían en el sur de África desdde hacía más tiempo que ningún otro pueblo contemporáneo. Comparten, de hecho, rasgos genéticos, e incluso aún culturales, con los primeros Homo sapiens que abandonaron África para extenderse por todo el mundo. Sí, claro, lxs primerxs hombres y mujeres, Adán y Eva, nuestros antepasados, fueron negrxs.*

Finalmente los bantúes dominaron a los khoi y los san. 
Khoi y san, en conjunto, son conocidos como joisán, o khoisan (los nombres de hotentotes y bosquimanos fueron dados por los primeros colonos holandeses, y son términos algo despectivos), y comparten un carácter de su lenguaje muy peculiar: las chasquidos consonántcos, esa especie de 'clicks' que hacen golpenado la lengua contra el paladar al pronunciar determinadas palabras. Estos 'clicks' son también una característica de idiomas como el actual xhosa (de origen bantú, no olvidemos), posiblemente por una cierta influencia cultural de los pueblos joisán sobre los bantúes que llegaban.

Sin embargo, hoy la mayoría de lenguas joisanas están extintas, y estos dos pueblos, joi y san, 'nuestros antepasados', están también amenazados por 'el bien del progreso'. De hecho, actualmente el mayo número de personas joisanas viven entre Namibia y Botsuana, principlamente en la región del desierto del Kalahari. Allí, en el lado de Botsuana, el país que tiene 'la democracia más avanzada y fiable' del continente, están siendo forzados a abandonar los lugares en los que, durante milenios, han habitado junto a sus rebaños. La estrategia es simple: crear Parques Nacionales y áreas protegidas y alegar que su forma de vida no es compatible con la conservación de la naturaleza. 

Ahora, precisamente ahora, y ellxs, que llevan ahí desde antes de que el resto de nosotrxs siquiera existiéramos, resulta que no saben cómo gestionar los recursos.


*["Sarah Tishkoff, genetista en población africana de la Universidad de Pensilvania, sugiere que los khoisán son el linaje humano con el ADN más antiguo, debido a que probablemente se produjo una fractura genética en África que habría ocurrido a causa de condiciones áridas que llevarían a una escisión entre los seres humanos del este del continente africano y los del sur, pues se sugiere que el África oriental sufrió una serie de fuertes sequías, entre 135.000 y 90.000 años atrás, que casi provocaron una extinción de la especie humana. Esto significa que sería el período más largo en que dos poblaciones humanas modernas han quedado aisladas una de la otra." Wikipedia.]



miércoles, 1 de mayo de 2013

¿Por qué vivir?

El otro día me encontré una revista que parece ser un suplemento de otra revista o de algún periódico. La portada era clara: “100 world class South Africans”. Obviamente, no podía dejar pasar esta oportunidad de aprender algo acerca de los ídolos del país en el que vivo, así que la revista me ha acompañado al baño durante unos minutos cada día desde que la encontré.
No me sorprendió el no conocer a la mayoría de lxs retratadxs en la revista. Y no sólo porque no soy nada partícipe del “famoseo”, sino porque este país siempre ha resultado tan ajeno a los medios europeos que sus personajes más eminentes, que no lo son menos que lxs más eminentes de Europa, nos pasan del todo desapercibidos.

Quién ha oído hablar de, por ejemplo, Natalie du Toit. Esta nadadora ganó una medalla de oro en los Juegos Paralímpicos tan sólo un año después de haberle sido amputada una pierna. Y siguió ganando durante 10 años los posteriores campeonatos internacionales. No está mal a hazaña, pero no es eso lo que más me impresionó. Fue, en 2008, la primera persona amputada en competir en unos Juegos Olímpicos en 100 años, e incluso llegó a ser finalista en una final de los Juegos de la Commonwealth (aquí no hay versión Paracommonwealth). Sí, hizo lo mismo por lo que Oscar Pistorius es famoso (o era hasta el presunto asesinato) pero unos años antes. Ser mujer, y su particular carácter humilde, imagino que no la ayudaron mucho a hacerse famosa.

No conozco a la mayoría de deportistas que aparecen en la revista, que son unxs cuantxs, salvo un par de excepciones del atletismo (me enorgullece saber qué hizo Zola Budd, la maravilla descalza que batió el récord mundial de 5000m, pero me avergüenza no recordar a Josiah Thugwane, el campeón de maratón que dejó lo poco que tenía de adolescente para poder dedicarle más tiempo a correr).

Tampoco sé nada de la mayoría de políticxs, salvo otro par de excepciones (hablo de políticxs actuales, por lo que no incluyo a Nelson Mandela en este grupo, quien, lógicamente, aparece en la primera página y a quien, por respeto a su persona, espero que dejen morir ya en paz), como el ex-presidente Thabo Mbeki o el presidente-que-nunca-fue Cyril Ramaphosa, pero incluso de estos apenas conozco más que los nombres.

Lxs escritores y demás artistas (excepto los premios Nobel de literatura Nadine Gordimer y J.M. Coetzee) también me son desconocidos, aunque tiene buena pinta el dúo de plumas Athol Fugard & John Kani. Tan sólo en el grupo de cantantes y músicos puedo decir que conozco a unxs cuantxs, y aún así son amplia mayoría lxs que desconozco. Dejo la música para otro momento, porque me gustaría presentaros con más calma a mis favoritxs y recientes descubrimientos. Estad atentxs.

Ni tampoco conozco, por supuesto, a ningunx de lxs científicas retratadxs.
De entre este grupo, al margen del Nobel Sydney Brenner, me quedo con la historia de Patience Mthunzi. Esta mujer, criada en Soweto (educada en afrikáans, por lo que tenía que dedicar las noches a traducir sus notas para poder estudiarlas mejor), que por su aspecto en la foto no debe de tener más de 40 años y que es la primera doctora en biofotónica del país (título que obtuvo en Irlanda), trabaja en detección de enfermedades mediante láser), ha sido nombrada por la revista Forbes como una de las 20 Youngest Power Women in Africa. Sin embargo, ella nunca había oído hablar de Forbes ni de sus listas. Algo parecido le ocurrió cuando recibió una llamada de teléfono anunciándole que el presidente del país (Jacob Zuma) iba a otorgarle la Orden de Mapungubwe (ni idea, pero parece algo grande); en este caso Mthunzi directamente colgó el teléfono pensando que se trataba de un engaño.

No nos engañemos nosotrxs tampoco, hay muy poca gente capaz de conseguir lo que han conseguido mujeres como Natalie du Toit o Patience Mthunzi. También es cierto que historias como ésta se pueden escuchar en casi cualquier país del mundo. Siempre hay gente sobresaliente que tiene la capacidad, el apoyo y la suerte para superar toda adversidad y triunfar (sea lo que sea a lo que llamemos triunfo).
La verdadera diferencia entre un país como Sudáfrica y los países del primer mundo no son las historias de gente prominente surgida de la nada o de entre la pobreza, sino las historias de fracasos. Ahí sí que ganan los países más pobres. En Sudáfrica destacan el número de historias de gente que quiere y no puede; en España destaca el número de historias de gente que puede y no quiere.

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Justo después de escribir este post salí para asistir a una charla de Peter van Kets, un aventurero sudafricano (aventurero profesional, de hecho, como él mismo se define, de lxs tiene este país unxs cuantxs), organizada por Sustainable Seas Trust.
Pensé que sería una evento educativo y destinado, con el trasfondo de las expediciones de este hombre, a generar conciencia sobre el cambio climático (de nuevo) y la importancia de cuidar los océanos, pero resultó ser una charla al más puro estilo motivational speech.
De nuevo, la historia de salir adelante por encima de cualquier dificultad para llegar a ver tus sueños hechos realidad, la necesidad de sufrir para alcanzarlos... mientras, yo me preguntaba ¿y si mi sueño es no sufrir en absoluto?