domingo, 30 de junio de 2013

Diamantes de ceniza

El otro día leí en internet que alguien quería saber si las cenizas de una persona incinerada podrían transformarse en diamantes, y qué coste ambiental tendría eso.
No me extrañaría que piensen en hacer algo así aquí con los restos de Mandela. Este asunto es realmente quijotesco en los medios de aquí. Aunque la gente joven, al menos la gente joven blanca, con quien más me muevo, no presta demasiada atención al asunto.
Sin embargo, hay algo que la persona que quería hacer diamantes de ceniza (todo el carbono, al fin y al cabo) no parecía tener en cuenta: los requerimientos energéticos de esa transformación.
La energía es un tema por el que llevo interesándome un par de años, tal vez más. Y, por supuesto, en Sudáfrica no podía ser diferente.
No sé realmente lo que costaría transformar las cenizas de Mandela en diamantes. Pero sí sé que Sudáfrica tiene ya suficientes problemas de abastecimiento energético.
La minería ha sido tradicionalmente es principal recurso económico de Sudáfrica. En particular, es especialmente rica en platino (podemos recordar la matanza de los trabajadores en huelga hace poco meses) y también en carbón. Pero hace ya al menos 10 años que decidieron dejar de exportar carbón. Excepto China, que consume carbón como un mono cacahuetes, el petróleo y el gas habían sustituído ya al carbón en casi todos los países que compraban carbón a Sudáfrica. Pero no fue una decisión basada únicamente en los bajos precios del carbón. Lo hicieron pensando en su propia escasez de suministro. Sudáfrica es un páis pobre en petróleo y gas -aunque también ha llegado aquí el fracking y desarrollan planes de explotación en lugares deshabitados, pero protegidos, o incluso miran de reojo a un posible futuro nuclear-, así que gran parte de su energía eléctrica, para mantener cierta independencia energética (sí, esa cosa que los páises en crisis más profunda, como Grecia y España, no tienen), es producida a partir de carbón en centrales térmicas.
Pero no es suficiente, al parecer.
Recuerdo cuando, al poco de llegar aquí, en abril, varios periódicos nacionales se hacían eco, en portada, del anuncio por parte de los administradores de la principal, y casi única, compañía energética del país, Eskom, de que garantizaban un invierno sin cortes de suministro en la provincia Oriental del Cabo, donde yo vivo. Esto generó bastantes bronas entre los habitantes de la provincia. Nadie se lo cree.
Desde el año 2007 han venido ocurriendo apagones más o menos frecuentes durante los meses de inviernos, alguno de varios días y llegando a afectar a millones de personas, incluso a toda Ciudad del Cabo, donde viven, oficialmente, más de 4 millones de personas (supongo que los habitantes que están fuera de las estadísticas tampoco tienen acceso a la red eléctrica). ¿Os imagináis todo el área metropolitana de Madrid sin electricidad durante un par de días en invierno?
Hace un par de semanas, llegando a casa, mi compañera de piso, como es habitual, estaba frente a la tele (aunque concentrada en su teléfono móvil) y vi que, antes de que empezara la telenovela que tanto le gusta (bueno, no sé si es la misma, o las ve todas) daban la información del tiempo junto con datos sobre el consumo energético en el país, por provincias, mostrando rangos de consumo de bajo a crítico. No sé de qué forma establacen esos valores, pero la mayoría de las provincias, sobre todo las más habitadas, estaban en el borde de la zona de consumo crítico. Lo peor del invierno está aún por llegar, y será cuando el consumo de electricidad se dispare. Los aislamientos de las casas, incluso de las mejoras casas, son de risa, así que la gente que puede permitírselo tiene un buen arsenal de calefactores eléctricos que renuevan cada invierno. La factura, sin embargo, no parece subir demasiado a pesar del aumento tan desmedido de consumo. Está claro que algo está fallando.

Y escribo esto en el despacho, donde apenas da el sol porque está en el ala sur del edificio, y he llegado a necesitar guantes para escribir en el ordenador, aperta de chaqueta y bufanda, mientras que en la calle hay casi 20º C y la gente que trabaja en el lado norte lo hace en manga corta y con las ventanas abiertas. Aunque imagino que en verano desearán estar en este lado.

martes, 11 de junio de 2013

Obituario

Desde hace un par de día se han multiplicado los artículos en medios no sudafricanos acerca de la cercana muerte de Nelson Mandela.

Cuando llegué a Sudáfrica, hace más de 2 meses, Mandela ya llevaba bastante tiempo enfermo, con continuas entradas y salidas en hospitales, pero la mayoría de los medios extranjeros aún no iban más allá de relatar la noticia y apuntar si su estado era estable y cuándo se recuperaba.

No ha cambiado nada en Mandela en estos meses. Lleva tiempo, desde el año pasado, más muerto que vivo. De hecho, podría estar ya muerto y ni lo sabríamos. Pero eso es algo que aquí nadie va a decir. Los medios extranjeros, sin embargo, sí se animan, finalmente, a anunciar una muerte casi inminente; es ya algo tan obvio que todos quieren ser ahora los primeros en anunciar la noticia.
Seguramente aquí tendremos algún día de luto nacional muy pronto. Pero de momento, silencio, y rezos, sobre todo muchas plegarias rogando por la pronta recuperación de Madiba.
Está claro que los medios sudafricanos también tienen sus necrologías preparadas, al estilo que sostenía Pereira en la novela, pero hasta ese día, el gobierno seguirá usando la imagen de Mandela en un vano y miserable intento de lavar la propia.
Si pudiese pedir sólo una cosa al gobierno de Sudáfrica sería que dejaran morir a Mandela, hoy, ahora mismo, en la forma en la que él mismo hubiese deseado hacerlo: con dignidad ("Si tengo que morir, declaro para todos los que quieran saberlo que iré al encuentro de mi destino como un hombre", dijo hace 50 años).

http://www.youtube.com/watch?v=2cLY_2mMeik