jueves, 20 de marzo de 2014

Hogar con Ñ.

Mi avión sale dentro de dos horas, así que aprovecho esta mañana para bañarme en el sol y el viento de mi terraza. Mientras, con mi imaginación, dibujo sobre la bahía las criaturas que habitan el oceáno. Y me veo sobre olas, o mejor dicho, bajo ellas, que parece que vayan a engullirme y hacerme desaparecer. Tan diminuto soy. Pero desde aquí, las olas no son más que finos hilos que bordean la amplia bahía. Una bahía que, a su vez, es sólo un insignificante bache en el extremo sur dela costa este africana. Costa que simplemente llega a bordear el océano Índico por uno de sus costados. Y el océano Índico mismo, no más grande que la mitad del Atlántico (por no hablar del Pacífico). Tan diminuto soy. Y veo también las larvas que estudio, tan pequeñas que puedo colocar media docena de ellas sobre una de mis uñas. Y ya dominan los océanos infinitamente mejor que yo. Tan diminuto soy.

Pero volvamos al avión, que a estas horas ya he abandonado en Barajas, dejando muy atrás mi apartamento de Port Elizabeth (no más negro que mi reputación). Vuelvo al hogar, de visita, pero al hogar. Un hogar que se escribe con ñ porque es aquí donde viven la mayoría de mis seres queridos, amigxs y familiares incluídos.

Madrid no me podía recibir de mejor manera: los mejores amigos, los mejores vinos, las mejores tapas y la mejor primavera... del mundo, que creo que no es poco. Me pregunto, en días como el de hoy, qué he podido hacer yo para no merecerme esto.

Hasta pronto. Me voy a disfrutar (después de la siesta).

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